WILLIAM SENGES - cerámica





Desde todo mi desconocimiento, se fueron gestando sueños y anhelos, colores y formas tras años de espera de un imposible que el día menos pensado me llego del cielo como un don divino. Fue el milagro mas hermoso y desde allí comencé pintar y encontré el camino que hoy cruzo en busca de la paz que me deja cada cuadro que pinto. Dando gracias a Dios por tanta dicha que no me alcanzaran mis años de dicha para agradecerle lo que dio a mi corazón. Nunca pensé plasmar los lenguajes del alma, de mi tierra, de mi gente, de mis recuerdos y vivencias y de lo que mas tengo sin que mi conciencia me recrimine nada y se colme del sueño alcanzado en mi pecho Olor a haciendas de árboles altos y frondosa sombras cruzadas por pequeños caños y cantos de faena de hombres y mujeres cosechando el cacao. Quehacer centenario que pude ver en mi infancia en lo que eran tierras de mi abuelo materno, cercanas a la población de Caucagua de donde era también, oriunda, mi madre. Han servido de inspiración para mis obras el colorido inagotable de los mercados llenos de flores y frutas que llenan de vida muchos rincones de mi tierra y en especial cuando mi madre me llevaba con ella para hacer sus compras. Estampas de la mujer de los pescadores, siempre ataviadas para la faena marinera en especial la margariteña quién con su particular hablar llena de encanto su gentilicio en cada amanecer en que lidian con el fruto del esfuerzo de sus hombres. 

Tantos recuerdos de infancia de esa hacienda de mi abuelo y de Barlovento, donde viví y tengo tan bellos recuerdos entre los cuales ese verdor sin igual que se daban en los platanales, camburales y siembras de caña azucarera. La yuca amarga, del conuco a la rayandería, luego en el sebucán se exprime el yare para después secar la harina al sol y por último al fogón donde las manos maestras les dan forma y vueltas y el fuego, consistencia. El Casabe, un pan de herencia ancestral, raíces de nuestros antepasados precolombinos que hoy perdura en nuestros campos, como un canto que se niega a morir. Con el canto de grillos en sus ejes, el carretón va recogiendo y cargando cosechas por todos los caminos de mi tierra, hoy quedó dormido en el recuerdo o en algún rincón de una hacienda. Pero el pregón, se oye aún en la nostalgia de mis cuadros y esculturas. Adiós a aquel al que solía montarme cuando niño ya siendo un recuerdo de lo que era, en la hacienda de Caucagua. 

Desde tiempos remotos en la Isla de Margarita se hizo como costumbre la siembra hogareña de "calas" que sólo se cultivaban para los difuntos o ser ofrendadas para la virgen del Valle, las vivencias con esas amas de casa fueron y son motivos de inspiración para pintar mis cuadros. De igual manera, la reminiscencias de aquellas estampas de cuando mis hermanas y mujeres barloventeñas, iban a las haciendas a cortar la flor de "Riquiriqui", donde solían crecer de manera silvestre. Mi infancia muy llena de ellas ya que eran el adorno siempre presente en nuestro hogar. Su nombre de la onomatopeya de cuando se mueven sus pétalos al estar mojados.

Un canto al barro, al quehacer en la dura faena de la mujer alfarera. 

Un soplo legendario como herencia ancestral que queda de nuestros indios, un legado de Dios para que tengamos presente que somos humildes creadores. Un vínculo que no debemos olvidar del agua, del fuego y la tierra.

texto en http://www.rinconartesanal.com/williamsenges/index.php




 

LA ASUNCIÓN - EDO. NUEVA ESPARTA
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